Maquiavelo le dio al príncipe este consejo: si no eres amado, sé al menos temido. Tratándose de Berlusconi hubiera podido añadir: si no te aman ni te temen, procura al menos que te envidien, porque la envidia de la plebe es también una fuente de poder. Cuando el dinero alcanza un determinado nivel, la fortuna se convierte en mando. Unos le admiran, otros le envidian, y aunque lo imaginen durmiendo con la redecilla en el pelo y el frasco de la viagra en la mesilla de noche, le votan, porque en el fondo este multimillonario desinhibido no hace sino sublimar impúdicamente la frustración de mucha gente. A Séneca no le parecía reprobable que Nerón cantara y tocara el arpa mientras Roma ardía, sino que desafinara. Se trata sólo de aquel caballo, al que Calígula había nombrado cónsul y que ahora corre desbocado por las galerías y escalinatas de Italia.
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