FRECUENCIA CLUB
Lunes y Miércoles 10 pm centro México
Presiona Play para escuchar la radio

domingo, 26 de agosto de 2007

Estamos en agosto...


Frenéticamente hasta ahora han pasado los meses. Esta vez decidí no elaborar una agenda sobre lo reelevantemente vivido a lo largo del día. ¿De qué serviría recordar que hoy 26 de agosto, son ya cuatro años donde neptuno puso la mano sobre un octavo escalón de mi vida? Hoy, como los últimos días, amaneció nublado, a medio sol, y en la noche de anoche, hubo un instante comparativo entre ambas escenas tan bifurcadas, uno de esos instantes que solo ocurren así de repente y el pensamiento se ríe para sí mismo. Supongo que la indeterminación de este recuerdo me servirá para incorporar esa experiencia pasada en mi presente.


Sobremesa

(Final del juego, 1956)

Carta del doctor Federico Moraes.
Buenos Aires, martes 15 de julio de 1958.
Señor Alberto Rojas,
Lobos, F.C.N.G.R.
Mi querido amigo:

Como siempre a esta altura del año, me invade un gran deseo de volver a ver a los viejos amigos, tan alejados ya por esas mil razones que la vida nos va obligando a acatar poco a poco. Usted también, creo, es sensible a la amable melancolía de una sobremesa en la que nos hacemos la ilusión de haber sido menos usados por el tiempo, como si los recuerdos comunes nos devolvieran por un rato el verdor perdido.
Naturalmente, cuento con usted en primerísimo tér­mino y le envío estas líneas con suficiente antelación como para decidirlo a abandonar por unas horas su finca de Lobos donde el rosedal y la biblioteca tienen para usted más atractivos que todo Buenos Aires. Aní­mese, y acepte el doble sacrificio de subir al tren y soportar los ruidos de la capital. Cenaremos en casa, como en años anteriores, y estaremos los amigos de siempre, con excepción de... Pero antes prefiero dejar bien establecida la fecha para que usted se vaya ha­ciendo a la idea; ya ve que lo conozco y que preparo estratégicamente el terreno. Digamos, entonces, el...

Continuará...


sábado, 25 de agosto de 2007

CONSEJO DESUBICADO


- ¡Ubícate!, ni siquiera has formado un pacto de vida con esa piraña, cuando ya tiembla para tí el mundo con tu obstinación de querer conquistarle. Entiendo que a consideración tuya no son buenos esos problemas emocionales. Recuerda que para un león resuelto hay varias posibilidades de salir bien librado y con la panza llena, incluso comiendo de la presa recién cazada por un jaguar, ¿Qué te puedo decir? La ley de la selva se cumple ¿No has visto que lo dicen en la tele?

Así comenzó a dirigirse la cabra al pez mientras compartían la cerveza obscura de cada viernes en la rama más frondosa del árbol junto a las rocas gigantes, ese árbol donde se acostumbraba pasar horas de ligue, baile y diversión, que no pueden faltar en la vida social de todo animal, árbol que llevaban tiempo frecuentando, y en el que no eran mál conocidos. El pez decidió ir esta vez por que pensó que tal vez sería mejor salir fuera del agua a despejarse, después de todo era fin de semana y le hacía falta vivir más, tanto como sus otros amigos.

Semejante conversación llena de consejos tuvo lugar entre ambos amigos, su encuentro siguió entre plática y entretenimiento, así que luego de un trago para humectar su garganta y profundizar la fuerza de sus palabras, continuó la cabra con su mal intento de levantarle la moral y la dignidad a su amigo el pez.

- No es posible sentirte mirado por encima mi querido pez, ¿De cuándo acá hemos parecido inferiores en cada detalle individual frente a alguien que crea merecernos? Tu sabes, “ningún amante ronca la primera noche”, y eso que no somos humanos ¿Cierto? No importa que el zorro polar traiga ropa de verano, a fin de cuentas “hay que estar vestido para la ocasión” y esa es precisamente la impresión que te has llevado, hasta pareces primerizo. Siento ser demasiado sincera, pero amoríos de ese tipo... ¿Cuántos más no has tenido?

- ¡Grosera! ¿Tú lo crees? Entiendo tu frivolidad, pero esto podría ser diferente. Interpuso el pez.

La cabra y sus locuras terminaron con otro breve consejo antes de perder suelo acerca de lo que intentaba ubicar al triste pez que permanecía interesado pero confundido mirando a su amiga.

- Finalmente te aconsejo lo que tu ya sabes, pero que a mi parecer, me has pedido recordarte: “hay que ser oportunistas según la experiencia de estos trotes que nos han arrastrado los fines de semana”, Estás de acuerdo conmigo de que no han sido en vano, en que no han sido solo diversión, en que todo esto lleva implícito más que las superficialidades a las que estamos acostumbrados a ver, por lo que la novatada es cosa del pasado ¿OK?. Ya después la cuenta a saldar llegará sola, y eso sí, sin miedo debes esperar a que tu corta vida te haga ver tu suerte, no seas cobarde pececito rojiazul ¿Apoco no siempre has creído que una buena dosis de explosión en esta juventud, vale siempre la pena repetir? Es lo mismo con esa piraña dientona, que de gran peligro por ser carnívora no sea conveniente acercarte a ella ni darle importancia. Mira ahora dónde estamos, esto es la noche en la selva, aquí muchos no dormimos de noche, y otros tantos no duermen de día. Lo sabes.

Para juzgar a la piraña no le hacía falta haber convivido o cruzado palabra alguna con ella. Concluyó la cabra su buena o mala opinión de desengaño y con unos golpes asonantes a la música sobre la mesa, pidió al desequilibrado hurón que mesereaba por la zona, los siguientes trescientos veinticinco mililitros de bebida fría.

- Está bien, está bien; es que debo confesarte algo – dijo el pez con algo de picardía – me estoy dando cuenta que sólo es eso, sí, un capricho gastronómico que pensaba sería toda una experiencia probar. Yo quise ver, la piraña también, quise un poco de perfección, la piraña también, pero no existió. Entonces vi el inframundo: le faltaba un diente a su sonrisa.

Siguieron hablando de la carrera en África que realizan cada año miles de cebras y ñúes y se dirigían al río Mazai Mara, donde les esperaba una gran cantidad de predadores que hasta entonces seguían provocando pánico entre la manada. La noticia de la semana indudablemente. Lo último que recuerdo después de tan considerable muestra de apoyo y amistad que se tenían la cabra y el pez, es haber visto antes de salir del lugar a la cabra brincando sobre una rama frágil, una canción sugestiva junto con alguien que semejaba tener una melena y al pez jugando a cazar escorpiones con una barra de luz ultravioleta. Yo, después de eso preferí dirigirme a otra escena que en otra ocasión les contaré. No tengo idea de lo mucho que pasó posteriormente esa noche y pudo haber sido un final interesante.