Cual lobo en una llena... ¡Vaya desfachatez!. Bueno, no tanto.
Ya de darme por ausente unos cuántos días, no es por demás que este regreso traiga por narrar muchas cosas interesantes. Si para empezar damos cuenta que Uranito sigue moviendo pececitos, es por consiguiente la noción de que los cambios en la vida de algunos - como yo - se producen de manera hartamente exorbitante.
Este fin de semana estableció varios momentos desde el viernes, que lleno de visitas inesperadas y búsquedas espontáneas, hasta me hizo olvidar la transmisión de las diez de la noche, de no ser por la acostumbrada llamada de confirmación. ¡Pánico!, y yo ya haciendo planes para escapar corriendo hacia la aventura lujuriosa que hacía mucho no se presentaba. ¡plop!
Luego en un bar, que en llegando parecía que alguien cual ventríloco me dirigía la cabeza para mirar hacia la barra y encontrar la decepción reconfirmante por la cual estos ojos no han querido reconocer desde hace tiempo. Que para poco me duró el disgusto, pues la intención de estar ahí en un princpio era completamente otra y finalmente era menester seguir en esa línea.
¿Y para qué describir lo que hicimos en la sala, luego en la recámara, desde el piso hasta la cama, boca arriba y boca abajo? Añadiendo música y bastante pasión. Que como diría Martha Susana pocos minutos después: "Es que con tanto... Uno se transforma"
El sábado no se diga, quedamos bien transformados, luego de haber precopeado un par de torreras dulces, y procurar llegar a tiempo al dancing, el cual no paró en toda la noche, y digo en toda la noche, por que ya subidas, no se a donde, si a la cabeza o hasta la cabina, las copas nos dispersaron un poco, para darle a cada uno su espacio. ¿Su espacio? ¿de cuántos metros cuadrados estamos hablando?
Nos alcanzó una leve nostalgia, quizás impotencia, pero fue superada por un afterhours donde cada oveja con su pareja, o cada oveja buscaba una pareja, o cada pareja buscaba una oveja.. ¿me explico?
Llegado el amanecer, el recuento de las horas... de los daños no sé.
Ya de darme por ausente unos cuántos días, no es por demás que este regreso traiga por narrar muchas cosas interesantes. Si para empezar damos cuenta que Uranito sigue moviendo pececitos, es por consiguiente la noción de que los cambios en la vida de algunos - como yo - se producen de manera hartamente exorbitante.
Este fin de semana estableció varios momentos desde el viernes, que lleno de visitas inesperadas y búsquedas espontáneas, hasta me hizo olvidar la transmisión de las diez de la noche, de no ser por la acostumbrada llamada de confirmación. ¡Pánico!, y yo ya haciendo planes para escapar corriendo hacia la aventura lujuriosa que hacía mucho no se presentaba. ¡plop!
Luego en un bar, que en llegando parecía que alguien cual ventríloco me dirigía la cabeza para mirar hacia la barra y encontrar la decepción reconfirmante por la cual estos ojos no han querido reconocer desde hace tiempo. Que para poco me duró el disgusto, pues la intención de estar ahí en un princpio era completamente otra y finalmente era menester seguir en esa línea.
¿Y para qué describir lo que hicimos en la sala, luego en la recámara, desde el piso hasta la cama, boca arriba y boca abajo? Añadiendo música y bastante pasión. Que como diría Martha Susana pocos minutos después: "Es que con tanto... Uno se transforma"
El sábado no se diga, quedamos bien transformados, luego de haber precopeado un par de torreras dulces, y procurar llegar a tiempo al dancing, el cual no paró en toda la noche, y digo en toda la noche, por que ya subidas, no se a donde, si a la cabeza o hasta la cabina, las copas nos dispersaron un poco, para darle a cada uno su espacio. ¿Su espacio? ¿de cuántos metros cuadrados estamos hablando?
Nos alcanzó una leve nostalgia, quizás impotencia, pero fue superada por un afterhours donde cada oveja con su pareja, o cada oveja buscaba una pareja, o cada pareja buscaba una oveja.. ¿me explico?
Llegado el amanecer, el recuento de las horas... de los daños no sé.
ana gabriel y rosana - ni un roce (Eq & Light Hall Out).mp3
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