Facturación Kármica

Hay algo en lo que siempre me gusta creer, algo en lo que quienes no están conscientes de su verdadero peso, de su verdadero alcance y poder. Me gusta por que siempre es efectivo, infalible incluso y que requiere más de paciencia que de alguna destreza en particular para verlo llegar. En efecto, se trata del mismísimo Karma, el cual, de acuerdo con varias religiones sería una energía trascendente (invisible e inmensurable) que se deriva de los actos de las personas.

Los actos de las personas que como seres racionales que somos, al momento de emitir un hecho, realizar un acto, incluso de manera inconsciente, éste provoca consecuencias hacia propios y terceros de modos distintos, mismos con los que nos encontramos frente a una especie de proceso administrativo en el que tenemos que rendir cuentas posteriormente al disfrute, goce o beneficio por el acto emitido, por lo tanto, generalmente el karma se interpreta como una «ley» cósmica de retribución, o de causa y efecto. A todo hecho proviene una consecuencia.

Para el caso que nos compete, este apreciado poder de compensación desde mi punto de vista se encuentra en un proceso de equilibrio respecto a cada uno de los sucesivos actos que devienen de mi vida personal desde hace unos pocos años, así entonces el karma explica los dramas humanos como la reacción a las acciones buenas o malas realizadas en el pasado más o menos inmediato, sobre todo inmediato desde mi punto de vista y mi experiencia. Ésta reacción que se ha generado a partir de lo que acabo de explicar es precisamente un punto de partida muy específico desde el cual creo que tengo más por agradecer, que por reprochar. Efectivamente ahora en mi vida se ha presentado una especie de reacción generada por la naturaleza activamente cambiante que describe mi realidad como persona. Lo mismo que incluso creo que por el día ligeramente condicionante en el que nací, estoy vertido hacia las visicitudes de la vida misma, a las experiencias activamente cambiantes y con ello la libertad para hacer el bien o el mal con sus respectivas consecuencias derivadas.

Hoy he elegido hacer el bien, desde hace tiempo mi rumbo está dirigido no sólo a generarlo en acciones físicas, sino que tuve la oportunidad de llevarlo a cabo de manera espiritual, de manera afectiva y emocional. En consecuencia con el mismo sentido de actitud consciente a este involucramiento, decreto que así es y así debe ser el proceso de desengaño y transformación en lo que respecta al compromiso que tuve conmigo mismo de compartir y externar cada parte de mi persona con los demás.

Hay tres factores que considero en esta etapa han generado reacciones Kármicas:

• Los actos de voluntad intencionados de manera directa.
• Los pensamientos que aunque no manifestados han comprobado un poder más grande de lo imaginado.

• Las palabras proferidas que nunca regresan una vez que se han lanzado al igual que la piedra lanzada nunca vuelve. Mismas con las que ahora tengo un cuidado más particular.

De haber nacido no me puedo liberar, de estar enfermo quizás si, aunque sea inevitable por causas naturales, la enferdad de uno como ser, como persona puede llegar a ser peor que un cáncer con el cual lleguemos a envejecer, y esto es precisamente lo que he decidido en mi vida evitar, envejecer con alguien que posee un cáncer altamente extendido como consecuencia kármica de toda una cadena de acciones que nunca, nunca jamás en su vida ha podido resolver, arreglar y mejorar. Por tanto cada quien decide, cada quien puede a voluntad elegir hasta donde llegar con las consecuencias kármicas de sus actos, de su vida y su voluntad. Existe un destino, porsupuesto que existe, el cual también nos dirige, nos propone, pero uno decide... y hoy... he decidido atender a la lista de espera que me tiene grandes esperanzas garantizadas muy pronto. Por que ahora estoy cobrando esa factura kármica de todo lo bueno que escogí dar sin esperarlo a cambio, pero que de forma gratificante ha llegado, ha llegado.