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viernes, 11 de febrero de 2011

A propósito del 14

En realidad no me he dado el tiempo como para escribir las aburriciones que conformarían una recapitulación de los últimos meses, o del último año en que acostumbraba compartirles de manera real o ficticia los aconteceres que en la vida de Justi ocurrían. Ahora sólo les traigo para compartirles, una aportación que me hizo llegar mi amigo el Gnomo. Un ensayo que precisa los detalles posteriores a la ruptura de una relación sentimental. El mío aún no se los presento por que prefiero empolvarlo un rato en lo que se acomoda como debe de ser. Uno de los párrafos que incluye este ensayo que les presento a continuación es el siguiente.

¿Qué más da si nuestro ex encuentra pronto otra persona, o si tienes esas fugas emocionales que hemos mencionado o que no se vence a sí mismo, mientras nosotros estamos hundidos en ese recogimiento y reconocimiento propio, en esa revaloración e inclusión de las experiencias a nuestro “archivo emocional”?

Que bien entonces, cada quien su vida después del drama no? o como diría una finísima amiga "CADA QUIEN SU COLA".

Ojalá entonces puedan leer el texto completo y generar sus propias conclusiones al respecto.


SOBRE LA SANACIÓN PERSONAL DESPUÉS DE UNA RELACIÓN

“Una de las cosas que hieren y es causa de grandes odios, es el rechazo o la indiferencia. Todos más o menos, hemos sido afectados en el área de la aceptación. Hay un principio sapientísimo que si lo practicamos en nuestra vida, nos ayudará a sanarnos de los rechazos recibidos y dice: Aceptar que no podemos ser aceptados por todos, cuando aceptemos que no podemos ser aceptados por todos, tendremos paz”.[1]

Hace días que leyendo el citado libro, encontré este texto, precisamente surgido en el tiempo en que lo necesitaba. He de confesar que a manera de coincidencia, las cosas me están ocurriendo justo o casi justamente cuando las estoy escribiendo. Una vez que hemos pasado la parte de terminar una relación amorosa o de pareja, lo cual por supuesto ocurre en todo tipo de relaciones y no de manera particular hacia algún tipo de pareja, así esto viene un proceso inmediato o sino en algún tiempo ocurre, en el cual alcanzamos la comprensión total de lo sucedido y el cambio que ello implica para nuestra vida y experiencia, comprendemos que ha terminado la relación de manera definitiva y por supuesto que en estos caso aparece el dolor de lo que nos han causado como consecuencia de una traición, decepción y / o simple separación por acuerdo mutuo para evitar daños mayores o bien, aparece el mismo dolor por los errores que aparecen y que reconocemos y nos duele el no haber amado como lo habíamos esperado. A este proceso de aceptación y de encaramiento del resultado de una separación definitiva le conocemos como DUELO. Que es la parte en la que a pesar de que nuestras ilusiones no hayan pasado y de que nuestro deseo sea el de continuar con una relación llegamos al entendimiento de que la otra parte ya no está dispuesta o bien, de que nosotros mismos ya no queremos continuar a pesar de reconocer que seguimos amando, comprendemos que lo mejor será dejar las cosas como están.

Pues bien, una vez encarada la etapa del duelo, a éste le sigue el proceso que llamaremos de Sanación, en el cual viene ya la aceptación total de la realidad en la situación que vivimos, es decir, ya nos dimos cuenta y reconocimos los errores cometidos o ya nos dimos cuenta de los daños que recibimos en su totalidad y el resultado del balance es definitivo: NO QUERER VOLVER YA MAS CON LA MISMA PAREJA. En esta etapa es cuando más se presenta ese tan citado “duelo” entre la emoción y la razón.

Al igual que en el primer momento en que conocimos a la persona que elegimos para posible pareja, el proceso principal es el de razonamiento, donde es permisivo, reconocemos las emociones y sensaciones como buenas y las permitimos y aún más las propiciamos. En esta última etapa es lo contrario, el proceso racional es represor porque bombardea nuestra mente con recuerdos de esos momentos en que dañamos a la persona que dijimos amábamos o bien, recuerdos de esos momentos en que esa persona que decía amarnos nos estaba dañando, por supuesto esta memoria racional también existe en la memoria emocional, puesto que revivimos las emociones una y otra vez de tal modo que se convierte en una recapitulación de la vida que tuvimos en pareja. A este proceso se le denomina una “CATARSIS” que consiste precisamente en recordar a detalle tanto en la memoria racional como en la emocional cada una de esas experiencias de tal modo que vuelvan a doler como cuando las vivimos y redunde en una sanación hacia que esos recuerdos ya no duelan o no nos lastimen más. Esto es lo que hacemos cuando vamos al psicólogo, ya que el trabajo de estos profesionales es precisamente llevarnos a esos recuerdos, revivirlos en la memoria emocional y “reprogramar” esas emociones de tal modo que sanen y no duelan.

A manera explicativa, haré una analogía con alguna situación médica; Supongamos que por situaciones ajenas a nuestra voluntad –tal como se da el enamoramiento- un día cualquiera empezamos a sentir un dolor en el área del estómago, pero es leve, tanto que no prestamos atención a dicho malestar y lo dejamos pasar – de la misma manera en como permitimos enamorarnos por las sensaciones y emociones agradables que experimentamos -, y bien, llega un momento en que estos dolores empiezan a subir el grado de intensidad y gradualmente, también en la frecuencia como aparecen –así mismo como cuando empiezan a aparecer las diferencias o problemas en la pareja-, hasta el punto en que nos llama la atención y detectamos que hay un problema mayor que de no atenderlo nos causará mayores males en nuestro organismo (por cultura la gran mayoría de la gente no tiende a ser precavido en su salud sino hasta que ya es inminente y demandante el acudir al médico), si somos precavidos y cuidadosos de nuestra salud, acudiremos al médico a realizarnos un chequeo –equiparemos esto a hacer la pausa y hablar con nuestra pareja antes de que las cosas pasen de nivel- y el médico nos hará el diagnóstico pertinente para determinar la causa de dicho malestar, esto incluirá la propia entrevista que de entrada nos hace, después una auscultación y exploración física para determinar el cuadro clínico, y en caso necesario, los análisis de sangre o estudios o radiologías necesarias para precisar con exactitud el problema –comparemos esto con la plática abierta y sincera que podemos tener con nuestra pareja cuando hay molestias y queremos saber las causas, en cuyo caso debemos ahondar hasta lo necesario-, y una vez obtenido el resultado dará su diagnóstico y posible tratamiento. Suponiendo que de manera física el médico nos encontrara un tumor o hernia y nos advierte de la necesidad de extirpación – comparemos con el hecho de que determinamos lo que nos molesta a cada uno del otro y la mejor manera posible en cómo podemos resolverlo -, para lo cual se hará necesario realizar una cirugía que incluirá hacer una incisión y exploración interna para extirpar dicho problema o en el mejor de los casos, controlarlo por medio de medicamentos hasta reducir sus efectos o evitar su crecimiento cuando aún sea tiempo –“el segundo aire”, después del “respiro”, como suelo llamarle en una relación-. Caso contrario, habrá que hacer la cirugía – terminar la relación y llegar a la separación- lo cual implicará infringir un dolor adicional para poder realizar dicha labor (suerte que para las cuestiones físicas existen al menos los analgésicos) y poder resolver desde la raíz el problema cosa que en el caso emocional sucede exactamente igual, guardando sus relativas distancias claro es. Así una vez determinado el problema, tiene que haber aceptación de que dicho problema existe y que no podemos cerrar los ojos y pensar que simplemente no pasó – al igual que en la pareja no podemos fingir cuando existen problemas que no pasa nada - y la plena voluntad de querer resolverlo, sino resulta obvio que dicho problema subsistirá y causará a la larga mayores problemas en el organismo – no hace falta decir que en la pareja sucede igual -. Y entonces una vez que se decide realizar la cirugía y el tumor llega a ser extirpado, viene la etapa de la recuperación que si no fuera por la ayuda de los antibióticos, antiinflamatorios, analgésicos y múltiples cuidados prescritos por el médico, sería esto un proceso muy largo y riesgoso por la exposición al dolor, posibles infecciones y lesiones que causaríamos sin tener el cuidado necesario. Pues en las cuestiones emocionales sucede de la misma manera, una vez que no hay más remedio que “extirpar” al otro de nuestra vida, lo hacemos. Es un proceso racional más que emocional porque sabemos que no nos conviene seguir, que no es la vida que esperábamos o que ya dimos lo que teníamos que dar y seguir solo hará mayor daño en nuestra persona y en nosotros mismos. Para las cuestiones emocionales, para nuestra infortuna, no existen analgésicos como tal, aunque si podemos tener “fugas” emocionales y refugiarnos pronto en el alcohol, en la compañía de los amigos, en las salidas al “antro”, la búsqueda inmediata de otra pareja – aunque no podamos sentir nada por él de momento -, el mismísimo y bien recurrido sexo, o bien en el autoengaño de que “nada sucede y todo está bien” y otras tantas que podrían ocurrírseme y que por supuesto también he implementado en mi vida como “parte de la solución”. Sin embargo estas fugas son pasajeras y existen sólo en el momento en que están presentes, luego vienen sentimientos de frustración y soledad mayor a las que pudiéramos experimentar si no recurriéramos a las citadas fugas. Por lo tanto es recomendable darse “un tiempo fuera” como periodo de recuperación también en los niveles emocionales. Sobre todo porque en mayor manera rigen la calidad de nuestras relaciones.

Muchos de nosotros no nos permitimos caer a una situación emocional, entendiendo caer como ese periodo de duelo y sanación que debemos vivir, como ese duelo que debemos vivir en lo íntimo con nosotros mismos para recapitular y hacer el balance de lo dado y lo adquirido, ese “diagnóstico y estudios” a que nos sometemos médicamente, y por no dejarnos caer, vamos teniendo los mismos tropiezos y aún peores porque pretendemos pensar que nada pasa y que somos fuertes, que no nos venceremos y que podremos superar con relativa facilidad lo que se nos presente, pero nos quejamos a menudo del porqué las situaciones se nos presentan repetitivas y aún más dolorosas. Creo yo que es necesario hacer este tipo de pausas en nuestro comportamiento y vida para poder efectivamente tener relaciones de mayor calidad. Sin embargo como la gran mayoría de las situaciones que involucran sentimientos y emociones, nada es garantía y todo es relativo.

Hagamos otra comparativa: Todos en algún momento de la vida hemos tenido problemas más o menos de gran intensidad y por demás dolorosos, cuando los vivimos nos vulnera nuestro sistema de seguridad, hace colapsar un razonamiento lógicamente bien dirigido y valga la redundancia “bien razonado”, puesto que nuestro sistema de seguridad nos alerta de crisis e involucra para dicha sanación o resolución del problema todo el razonamiento posible y toda memoria emocional permisible, de acuerdo al grado de manifestación que cada uno se permita. Sin embargo, una vez que hemos superado el problema – y no interesa a nuestra sanación si fue correcta o incorrectamente resuelto, solo que ya ha pasado el estado crítico - se integra a nosotros una memoria racional tanto como emocional en el sentido de que queda como una especie de “archivo de consulta” para si en determinado momento nos ocurre lo mismo o algo similar. Y superado este problema por cuestión del enfrentamiento que hacemos a nuestras situaciones o bien por tiempo cuando así corresponda, a veces recordamos el cómo nos hizo sufrir y por ocasiones hasta se nos antoja ridículo el comportamiento que tuvimos en dicho momento. Y por supuesto que cuando se nos presenta la situación una vez más – que dicho sea de paso, suceden rara vez los mismos eventos cuando hemos superado ya uno, cuando no superamos, seguro es que se nos repiten- ya sabemos que hacer y cómo actuar, con una plena consciencia y madurez al enfrentarlo. Así mismo sucede con las cuestiones emocionales, debemos darnos el tiempo suficiente para vivir a intensidad cada una de esas emociones y repasarlas en la memoria racional y emocional hasta que ya no duela. Parecería esto un acto totalmente masoquista, pero no hay otra manera de hacer esas “curaciones” emocionales sino más que como en la cirugía: infringir una herida mayor para poder extirpar las emociones malsanas y que dejen de doler los recuerdos. A este proceso lo identifico como el de sanación, donde una vez pasado y repasado todo lo vivido, sin el vínculo aparente o directo con la ex pareja, aunque doloroso igual que una recuperación de cirugía sin analgésicos, antibióticos ni demás cuidados, llega un momento en que dedicándole la debida atención, el debido tiempo y la debida importancia como cualquier etapa de la relación, estamos “sanos emocionalmente” una vez más y estaremos listos para dejar de ver con culpa o con resentimiento a la ex pareja y pasará a ser una experiencia, así mismo, estaremos listos para iniciar una relación nueva, con renovados bríos y por supuesto con la debida dedicación y enfoques necesarios para que resulte en algo sustancialmente mejor que la anterior, dejaremos de cometer los errores que cometimos anteriormente y podremos ver con mayor claridad las señales de las etapas de nuestra relación. Es volver a tener esa comunión con nuestra soledad, sin que duela ya, es darnos el tiempo para nosotros nuevamente, porque la búsqueda de una pareja es una situación personalísima y una actitud en bienestar de nosotros y no de nadie más. Esforzarnos por demostrarle a la ex pareja que sufrimos menos que él o que pronto nos hemos recuperado sin que sea así no nos llevará a un encuentro propio, sino a caer en errores del pasado. ¿Qué más da si nuestro ex encuentra pronto otra persona, o si tienes esas fugas emocionales que hemos mencionado o que no se vence a sí mismo, mientras nosotros estamos hundidos en ese recogimiento y reconocimiento propio, en esa revaloración e inclusión de las experiencias a nuestro “archivo emocional”?, si al final podremos salir mayormente airosos de una situación en la que ya no hay vuelta atrás, si al final sanaremos y no afectaremos otras áreas emocionales, si podremos entregarnos en un futuro a una relación mayormente consciente y mayormente madura, evitando los errores y propiciando los mejores momentos. Sin temor a equivocarme, puedo afirmar que para nadie es sencillo ni fácil este proceso, pero para todos es en mayor o menor medida, convenientemente necesario realizarlo para el bien propio y de una nueva relación. “Cuando alguien nos hiere y nos apegamos a esa herida no podemos amar. Interponemos un muro entre esa persona y nosotros y, hasta cierto punto, extendemos ese muro para excluir a también a los demás.

Cuando herimos a alguien o hacemos algo que nos avergüenza, nos encerramos en nuestra culpa y entonces nos sentimos incapaces para decir lo siento, o demasiado paralizados por la aversión a nosotros mismos como para abrirnos a los demás. El perdón capacita para amar y crecer, tanto a quien lo otorga como a la persona que lo acepta. Nos reconcilia con los demás, cura el espíritu y en una gran mayoría de veces, también el cuerpo”.[2]



[1] VENGO A SANAR, Betancour, P. Darío, Ed. Rabbuni, S.A. de C.V., México 2009, P-79.

[2] VENGO A SANAR, Betancour, P. Darío, Ed. Rabbuni, S.A. de C.V., México 2009, P-69.

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